26 de junio de 2013. Reseña de Samir Delgado. La inauguración en Lamosa, Laboratorio Modulable artístico, de la exposición de las artistas Áurea Manrique y Aïda Gómez fue un éxito rotundo de asistencia de público y proyección social durante el pasado 19 de Junio en el barrio de San Antón de Cuenca. Una oportunidad más para confirmar el buen estado de forma cultural que atraviesa la ciudad gracias al empuje de proyectos cooperativos no institucionalizados que están abriendo las puertas de la ilusión a este verano.
En este espacio recientemente abierto para disfrute de los vecinos y participación colectiva de artistas y creadores, los ciudadanos que se acerquen a contemplar las obras de las artistas invitadas podrán encontrar un tándem creativo poco común en estos tiempos de austeridad y carencias de perspectiva. En las dos plantas de Lamosa se ubican las instalaciones de Áurea Manrique y Aïda Gómez como una suerte de ciudadela imaginaria que ellas mismas han configurado a su manera desde la intervención urbana directa y la recreación en planos de la ciudad. Ambas artistas, jóvenes y en plena efervescencia, comparten similares coyunturas vitales al haber coincidido en la Facultad de Bellas Artes conquense y haber tenido experiencias Erasmus en Suecia y Alemania. Dos artistas de la mano para dar un paseo visual por la aldea global de estos tiempos en crisis.
La riojana Áurea Manrique (1988) exhibe en su obra titulada “Utrymmen”- espacio en sueco- unos collages de espacios urbanos con un alto componente de juego recreativo para suscitar en el espectador la posibilidad de asomarse a su ventana, a la historia profunda y efímera de cada una de las plasmaciones sobremontadas de la ciudad que ella reproduce. Algunos de sus lienzos contienen varias capas, múltiples dimensiones, distintas superficies acopladas sobre sí dando lugar a una reflexión sobre la espacialidad que determina el mundo de la vida humana. Con un lenguaje austero, en blanco y negro, que sintoniza con la exactitud del quehacer arquitectónico, Áurea Manrique insufla de este modo nuevos aires al necesario replanteamiento artístico sobre el devenir de la urbanidad. Alguno de sus cuadros grafiti parecen incluso sintetizar aquellas jaulas de hierro weberianas que recluían la vida social bajo el fenómeno de la burocratización y la agresiva economía de mercado. Una ciudad, la de Áurea Manrique, que despierta a los ojos del visitante un detonante simbólico para su posicionamiento vital ante el concepto de espacio que tanto influyó en ella durante su aislada estadía sueca.
Igualmente, la madrileña Aïda Gómez (1986), con su obra “Rainbow sparks” realiza un inventario artístico personal sobre sus propias intervenciones en la ciudad de Cuenca: sus anomalías, sus disonancias, sus insterticios, sus erratas. La joven creadora expone una diáfana colección de fotografías congeladas en el tempo de su mirada: relojes digitales intervenidos, escaparates y carteles resignificados, escenas cotidianas descodificadas, paisajes inmediatos que revelan los sin sentidos y la azarosidad constitutiva del magma social de la ciudad. Su propuesta recuerda mucho a alguna de las pistas que Walter Benjamin daba sobre el mecanismo para conocer una ciudad: ir de su extrarradio al centro. Ella misma, que mantiene el vínculo con la ciudad berlinesa donde pasó un tiempo de intercambio, muestra un talento indagativo en la realidad líquida de lo social antropológico que transcurre en el día a día. Su obra, incorpora además otras curiosidades acertadísimas como un croquis orientativo para descubrir alguna de las intervenciones sobrevivientes al higienismo sistemático de las autoridades y hasta una maravillosa instalación ambientada en la refracción solar que juega con la dinámica de lo exterior, incluyendo un sensor de movimiento para sorpresa de los viandantes en el barrio de San Antón, ubicación de largo recorrido para el arte en la ciudad abstracta de Cuenca.
0 comentarios:
Publicar un comentario